miércoles, 13 de febrero de 2013

Es cuestión de amigos.


Llega el día del amor, la amistad y los pendejos. Desde hoy comenzaron con el drama pre-Valentine'sDay aquellas personas sin pareja. Pasan un día melodramático sufriendo porque «no tienen con quien pasar este día». Les dejo aquí un dato que quizás les cambie la vida a estas personas: es el día del amor, no de los novios. Un día para celebrar que estás o en algún momento estabas enamorado(a); que has llorado y reído, mas no para llorar por no tener novio(a). Un día para darle gracias a tus amigos y a alguien especial por todo lo que han compartido contigo, un día no para llorar sino reír.

No me salen muy bien las cursilerías, pero como andamos en el mood del amor creo que debo intentarlo:

Gracias a todos los amigos que me esconden el teléfono cuando ya estoy un poco subido de tono en las noches de copas para no comenzar a llamar como loco; a todos los que escucharon todas mis largas y tediosas historias para desahogarme de alguna tontería; quienes me regañan para que no vaya a cometer alguna locura; los que rieron conmigo y aún más a los que no me dejaron llorar; a los que insultaron a Justin Bieber conmigo merecen ¡UNA OLA!; a los culés que gritaron los mismos goles que yo, los aguiluchos que gritaron cada jonrón y los vinotintos que viven cada partido con pasión (ay sí, ¡que cliché! me salió la rima); a los vagos que se escapan de clases y los que me hacen estudiar hasta los fines de semanas; a los que confiaron en mí para contarme sus historias; al de los chistes malos y a las ex que ya no me escriben, gracias.

Sin generalizar ahora, ellos saben quienes son, unos agradecimientos especiales a quién me malcría cada uno de mis antojos; a quien me invita a beber cada fin de semana aunque siga diciendo que no; a quien cada que podemos me acompaña a un viernes de películas; a aquella persona que me dice «te odio» mientras sonríe, me muerde y me toma en cuenta para todo; a alguien que me enseño que la edad tampoco importa en la amistad y se convirtió en una gran amiga siendo siete años menor; a mi viejo amigo que entiende todas mis miradas y sin contarle sabe mis secretos; a la tonta amiga que nunca ha logrado desafiar la gravedad, pues se cae en todos lados y sin embargo siempre cuento con ella; al sarcástico con quien apodé a media universidad; al gocho del grupo del cual aprendo palabras nuevas a diario; a dos ciertas amigas que les encanta bucear mi trasero y no les da nada de pena decírmelo (sí, ríanse); por quinta vez, agradezco a la misma persona, esta vez por ser una galería viva de fondos de pantalla para mi teléfono; a la misma por tener esos ojos hermosos; un cabezón con el que río hasta cuando dice «pu-din», una pareja de tortolitos tan diferentes uno del otro como es posible; a quienes les doy pena cuando salimos por todas mis locuras y más aún a quien las hace conmigo sin importar lo que piensen de ella; a la magallanera que cantó el «lucky seven» de mi equipo sólo porque se lo pedí, eso nunca lo olvidaré; y por último, y no por eso menos importante, la amiga con quien más peleo y, sin embargo, el amor de mi vida: mi mamá.

¡Muchas gracias, amigos! Por eso, por ser mis amigos.

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