viernes, 19 de abril de 2013

"¿En qué estás pensando?", preguntó ella.


Hay mentiras que son forzadas, mentiras involuntarias y espontaneas que alguien (tu mamá, tu amiga(o), tu novia(o), tu jefe) nos obliga a decir. Son casi mentiras pactadas entre dos personas y hasta podría dividirla en dos grupos: las del Sí: ¿Dejaste de fumar?, ¿Llamaste a tu hermana?, ¿Te dormiste temprano?, ¿Felicitaste a tu abuela?, ¿Te lo comiste todo?; y las del No: ¿Bebiste mucho ayer?, ¿Te drogas?, ¿Me eres infiel?, ¿Te sentías mejor con ella? ¿Prefieres ver la final del mundial que a mí?

En el caso de tu mamá, ajá, ella sabe que no le estás diciendo la verdad; pero parece que sienten placer al escuchar la respuesta que ellas quieren, y por eso preguntan; las mentiras de pareja son más delicadas, porque no tienen esa comodidad de los diálogos madre-hijo, sino que cada pregunta se esconde detrás de un drama bien preparado dependiendo de cual sea tu respuesta.

La pregunta más clásica, inofensiva, más «concha e' mango» y fácil es esa de «¿Aún recuerdas a tu ex?» ¿Pretenden que respondamos que sí, de verdad? En fin, todas las relaciones pasan por esa pregunta y por esa respuesta —«No». Por si acaso— y la verdad es que muy pocas mueren en el intento. Esa pregunta forma parte elemental del guión de la pareja durante los primeros meses de relación.

Ahora, de todas las preguntas que acaban en mentira, la más salida e inoportuna es esa de «¿En qué estás pensando?». ¡Coño de la madre. Como si no supieran lo necia que es! Es una pregunta que todos llevamos en nuestro cerebro que se activa con el simple roce de la duda y el silencio. Es decir, siempre que ves muy lejos a la persona que está muy cerca. No es sólo tu instinto, ni la mirada perdida de esa persona lo que te empuja a preguntar, sino que hasta su forma de respirar te molesta en ese momento. No puedes contener la pregunta. Ese agujero negro que sientes entre los dos te va a tragar si no preguntas. Luego de que pierdes tu lucha con el —bendito— agujero negro, te sale desde el fondo la más inútil pregunta que podrías hacer: «¿En qué estás pensando?». Y la otra persona, como ya tú te lo esperabas, invariablemente te responde «En nada».

Ya, escuchaste la mentira que querías escuchar, lo más sensato es callarte, pero no, vuelves a repetir la pregunta una segunda vez, no tanto porque crees que esa persona te va decir la verdad, sino para terminar de hacer polvo el agujero negro que se interponía. Y suele funcionar. Qué desagradable. 

Ya haré una entrada con todas las cosas en las que se están pensando en ese momento y verán que es mejor no preguntar eso, o que es mejor escuchar la mentira forzada, involuntaria y espontanea.

También esas mentiras forzadas vienen por géneros, al parecer. Una de mis ex siempre me contaba un consejo que le había dado la mamá de su mejor amiga hace muchísimo tiempo: «Cuando un tipo te pregunte con cuántos hombres te has acostado, tú siempre di que dos». Yo nunca le he preguntado por miedo a que responda «dos».

Ya lo dijo la enterísima escritora chilena Isabel Allende:

«El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla».

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